Fotos: Óscar Villanueva Dorantes / Cortesía

Cuando el disco debút de los Clap Your Hands Say Yeah vio la luz hace diez años fue como una bocanada de aire fresco para quienes lo escuchamos en su totalidad por primera vez. Era una extraña muestra de desorden que, sin importar que eso pareciera, terminaba construyendo una obra que tenía muchas más virtudes de las que uno se pudiera imaginar de un inicio. Ya sea por la voz de Alec Ounsworth que no encajaba con el resto de la historia (y que después se convertiría en un emblema) o por la musicalización que parecía desafiar las limitantes del pop de aquellos tiempos, el grupo pudo hacer que los oídos del mundo voltearan hacia ellos. Y aunque el resto de su carrera no fue tan brillante, ese disco homónimo siempre quedó en el recuerdo como uno de los tesoros mejor descubiertos de su tiempo. Y hasta hoy en día se sigue escuchando igual de bien.

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Al mismo tiempo el grupo siempre fue considerado como uno que en vivo solía tener las mismas dificultades que en el resto de su discografía fuera de aquel disco. Su presentación más reciente en nuestro país ocurrió en El Plaza Condesa el fin de semana pasado y fue para conmemorar los diez años de Clap Your Hands Say Yeah. Fue, en resumen, el momento en el que aquellos recuerdos del grupo revivirían y nos harían revalorarlo como uno que de verdad vale la pena tener en nuestro repertorio. El concierto fue todo lo que esa descripción pudiera sugerir.

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Y lo fue desde el inicio, cuando una considerablemente sorpresiva cantidad de gente comenzaba a entrar al recinto como si se tratara de un nombre mucho más grande. El cariño y entusiasmo se percibían desde entonces y se hicieron mucho más notorios cuando el grupo comenzó a ejecutar cada una de sus canciones. No fue sorpresa, entonces, que ellos mismos supieran y recordaran el impacto que el disco trajo consigo y por ello la decisión de tocarlo tal cual lo hicieron en el disco hace diez años. Una por una las canciones del homónimo se reproducían en el mismo orden que lo hacían en el disco, pero con variantes que las hacían escucharse completamente diferentes.

Y es que el grupo no se tomó el tiempo para acoger el recuerdo como debió haber sido, sino que la ejecución de las canciones del disco estaban dotadas de una velocidad fuera de lo común. Como si se tratara de un repaso muy breve de lo que fue, cada pista era ejecutada con mucha prisa y sin espacio a la reflexión, con una urgencia particular por terminarlo entero y con un público enfrente que parecía disfrutarlo mucho más así que como solían hacerlo hace diez años. Lo tocaron completo y en orden, pero en muchísimo menos tiempo de lo que dura oficialmente, un experimento que resultó acertado al final del día y que se notó en cada una de las palmadas que el público brindaba durante el concierto.

El resto fue un paseo más por las canciones de su más reciente disco Only Run con algunas apariciones de otras incluidas en Same Loud Thunder Hysterical que de igual forma fueron abrazadas por cada uno de los asistentes al concierto. Porque, al final del día, todo era una celebración de uno de los íconos más importantes de una generación que creció en el epicentro de la independencia. Era una reunión de desconocidos que se conocían por haber formado parte del legado de uno de los discos más entrañables de todos estos años. Todos lo que estuvimos ahí fuimos parte de ese tren descarrilado en nuestros oídos y fue la manera perfecta de recordarlo como lo que ha sido todo este tiempo. Una muestra palpable de que su atemporalidad lo dejará vivir por siempre en nuestra memoria. Nada mal para no olvidarlo.