Por Ricardo Pineda | Foto Elizabeth Cacho

 

La tanda de sorpresas que brindó la primera edición del festival Fascinoma, en Atlixco, Puebla, dejó un muy buen sabor de boca entre sus asistentes, los cuales iban escépticos ante la nueva y riesgosa experiencia de una edición naciente, con un cartel sólido y atípico, en una locación descentralizadora. Los resultados fueron positivos en más de un sentido.

De primera mano, el lugar ofreció un paisaje insuperable, fuera de la Ciudad de México, con todas las comodidades que uno esperaría ante un cartel kilométrico de un fin de semana completo compuesto por poco más de 50 actos, en donde artistas locales e internacionales se intercalaron de forma coherente y consistente. Habitaciones de hotel, camping y baños dentro de la misma locación, lo cual hace toda la diferencia para el disfrute. Los escenarios estaban muy bien distanciados uno de otro, distribuidos de tal forma que el audio (sólido, por cierto) nunca contaminó ningún set.

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Siete Catorce. Foto: Elizabeth Cacho

 

Noches y madrugadas sin tregua. Poco más de dos mil asistentes, enterados en su mayoría, aunque también estaban los curiosos que se dejaron sorprender por la diversidad y contundencia de los nombres de culto. Desde temprano, el baile hizo su aparición incansable con los sets de Galcher Lustwerk o Siete Catorce. Aunque la noche del viernes 11 de noviembre tuvo un solo nombre: Kode 9, quien puso a prueba la resistencia de los recién llegados a Fascinoma con su bass, footwork y hasta dubstep mutante al llegar los primeros rayos de sol. Una lluvia leve aunque amenazadora no hizo ninguna mella entre los asistentes, que traían una actitud insuperable, que pocas veces se puede apreciar de forma tan constante.

Al día siguiente, el primer “negrito en el arroz” hizo su aparición: los horarios de las presentaciones se retrasaron notablemente, casi dos horas, por lo que el programa se vio alterado de forma notable, ya que los cambios fueron la impronta de todo el sábado; los artistas cambiaban de orden, otros más pasaron a otro plano y la noche se fue alargando aún más. Algunos nos perdimos el set completo y en vivo (increíble y memorable, de lo mejor de la noche) de esa leyenda llamada Larry Heard, o del gran Palm Trax.

Sin embargo, el público fue comprensible en su mayoría con este detalle. “Ya todos estamos aquí, vinimos hasta acá a ver casi todo, el cartel tiene certezas y promesas que me llaman la atención, de cualquier manera los voy a ver”, dijo un asistente que aseguró que sentía por primera vez en mucho tiempo (tal vez con excepción del NRMAL), que había un sentimiento de colectividad en el aire, de que los asistentes habían caído desde la Ciudad de México exclusivamente por la música.

Larry Heard. Foto: Elizabeth Cacho
Larry Heard. Foto: Elizabeth Cacho

 

Sí, el clima era frío pero aguantable, rico, sopesado por la calidez y sinergia entre organizadores y público. Sí, tal vez hizo falta un menú de comida más variado, pero lo que realmente era importante estuvo siempre presente: la buena música, las pláticas interminables e interesantes, las carcajadas que reflejaban el hecho de que una buena experiencia no requiere de un presupuesto mastodóntico ni rimbombante, lleno de parafernalia y lucecitas. Esto no implica el esfuerzo notable de los patrocinadores y organizadores, quienes con sus bemoles perdonables llevaron a buen puerto el festival.

Anika. Foto: María José Sánchez
Anika. Foto: María José Sánchez

 

Los favoritos se partían mucho, de acuerdo a los gustos y preferencias de los asistentes: para algunos Mala fue insuperable, al igual que el set impecable de White Visitation que lo hace cada vez mejor, otros tantos quedaron encandilados hasta el amanecer de Lucy o con el hipnotismo de Deepchord. Varios más se dejaron seducir por la selección deliciosa de Lucía Anaya (Derré Tidá), Anika, Tropicaza, Awesome Tapes from Africa o los chicos de Hipshakers!. En lo que sí hubo un consenso generalizado fue en el monstruo de la noche del sábado, la bestia hippie que derrite cerebros: The Gaslamp Killer, quien llevó al extremo todo con su sonido californiano regurgitado. Memorable, histórico e increíble.

The Gaslamp Killer. Foto: Elizabeth Cacho
The Gaslamp Killer. Foto: Elizabeth Cacho

 

Esa barrera existente entre artistas y público fue más delgada en Fascinoma, en donde reinó el baile y la camaradería, en un lugar increíble. Queda para la posteridad esta primera edición, que si bien cuesta un trabajo titánico llevar a buen puerto y convertirlo en un esquema rentable que no pierda sustancia discursiva, bien vale la pena apoyar más para ver una aún mejor segunda edición. Ojalá que sí. Crucemos piernas y dedos para verla llegar a su edición 2017. Hasta entonces.