La noche del pasado viernes 8 de marzo será recordada de forma especial por los asistentes que presenciamos el recital del rapero Mykki Blanco, sobre todo por cómo acabamos viendo al rapero neoyorquino que anda causando sensación en los círculos underground trendy del momento. 

Era un poco un concierto de improviso, previo a la visita de Blanco al día siguiente en el Festival Nrmal en Monterrey, sin embargo muchos íbamos con la expectativa de las pocas canciones que habíamos  escuchado y de las cosas que hemos leído de Mykki en la red. Sin embargo, el resultado era un poco previsible: poca concurrencia al concierto, pese a que se regaló y se vendió al 2X1 casi toda la localidad; Mykki Blanco es un artista nuevo por completo, reputado, quizás demasiado, que canta hip hop atípico y que además trae un estandarte sumamente travesti. El Auditorio Blackberry es un gran venue, pero  evidentemente rebasa la capacidad actual de convocatoria de Blanco. Sin embargo, el cartel proponía un gran show, a lado de los Parquets Courts y de último momento Las Robertas.

Al final ni una cosa ni la otra, y todo el concierto se recorrió hasta tarde, dejando a la escasa concurrencia que no eran ni un cuarto del auditorio, esperar horas hasta que llegara el momento. De pronto, un grupo al que le oímos el nombre en una ocasión y no le entendimos, y que tocaba un “rock pop” espantoso comenzó a tocar, lo cual parecía no importar porque la mayoría del público ni conocía a Blanco, no quería ir, o fue por casualidad, de los pocos, una cantidad menor tenía unas ganas enormes de ver rapear a este artista que trae unas tablas impresionantes, aunque se percibe que falta un camino largo por recorrer para llamar realmente la atención.

Al final, tras una verdadera larga y pesada espera, Blanco salió para decir que al rato regresaba en un momento, dejándonos en manos de su DJ. Después de unos minutos desconcertantes, Mykky Blanco salió con un poco de reserva para estallar de un momento a otro con lo que él sabe hacer. Como que se le veía dubitativo ante una evidente audiencia difícil. Después de los primeros temas, Blanco saltó hacia el público para darnos una demostración de energía, actitud e histrionismo de la nueva onda freak hop, en donde el nombre de Tyler, The Creator es la moneda más corriente.

Blanco corrió de un lado a otro, había un par de gays excéntricos que jadeaban furiosos con la actuación de blanco, había banda true queer, lo cual le daba todo el halo para que Mykkis soltara ese flow que tiene: es bien bueno rimando, aunque no tiene una producción rimbombante, su producción trae otras cosas que lo apartan por completo del rap estadounidense habitual, acá hay techno viejo, rave pervertido, una escena que va más hacia la electrónica lo-fi, indie del momento, que hacia el rap de grandes y callejeras ligas, lo cual es muy refrescante.

El show de Blanco es dinámico, poderoso, tal vez sí un poco sobrevalorado, pero no le quita el enorme talento que tiene este negro pervertido y políticamente incorrecto, lleno de oscuridad, droga y mala vibra sexual. El rap de Mykki está llena de salamandras macabras con aretes de gitanas, un combo de bases irresistibles y discurso bien de rompe y rasga, peligroso. La música prohibida.

No creo que en un futuro, Blanco sea mencionado como un nuevo rapero del momento más, siempre tendrá el cochambre necesario como para ser famoso y underground al mismo tiempo, algo que le da el eterno encanto de los artistas interesantes que valen la pena. Será interesante ver en un futuro cómo crece y hace sólido su sonido. Una noche para recordar, una lástima que tan poca gente haya visto una cosa así de buena. Y qué bueno al mismo tiempo. Hubo quejas y anomalías en el cumplimiento a cien de lo que prometía el cartel. Pero Mykki Blanco lo dio todo.