Por @Raika83 | Fotos Cortesía Mutek

En el ámbito financiero existe una figura de evaluación llamada calificadora de riesgo, las cuales logran calificar a través de diversos aspectos el posible futuro inmediato de las finanzas de una empresa, marca o incluso hasta la economía de un país. Siempre cuestionadas e influidas por la apreciación y hasta la especulación, las calificadoras de riesgo siguen siendo un parámetro de lo que sucederá al interior de las cosas. Tienen diversas calificaciones que atisban quiebra, conflicto, estabilidad o riesgo.

Partiendo de esa lógica, y poniendo en juego todos los elementos intercalados en la más reciente edición del festival Mutek en nuestro país, el cual llegó a su edición número doce, podríamos decir que el balance es estable con perspectiva positiva. A saber: fueron cuatro días de jornadas extenuantes alrededor de la cultura musical electrónica, en donde las proyecciones audiovisuales, los conversatorios, y sobre todo una amplísima curaduría de actos en vivo forjaron la identidad de esta edición.

Imposible para propios y extraños fue seguirle el paso a todas y cada una de las opciones que Mutek ofreció, en sedes que si bien buscan escapar a la convencionalidad de los festivales en México, si ponen el reto de su acceso debido a la distancia que hay entre las mismas. Este año hubo eventos en el ya clásico Foto Museo de Cuatro Caminos, ubicado en la complicada zona de Naucalpan, así como en el Domo Digital Banamex ubicado en el bello pero complicado acceso de Chapultepec, en medio de un casi siempre caótico tránsito del Periférico.

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Foto: Oscar Villanueva

Las sesiones audiovisuales bajo el nombre de Avision, deleitaron los sentidos con un efecto menor que en ediciones anteriores, acostumbradas a sorprender al público asistente, el cual en esta ocasión se dejó nutrir de un público más joven y diverso, así como con la cobertura de medios que en otros tiempos no veían la repercusión y relevancia de un festival como lo es Mutek.

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Foto: Oscar Villanueva

Este año hubo un mayor cuidado y precisión en la selección del talento local, México goza de salud en cuanto a proyectos nacionales se refiere, atravesando los talentos emergentes e interesantes (Grenda, Benfika, Los Mekanikos o Kampion), los ya clásicos indiscutibles como Manrico Montero, o el poderío indiscutible de actos como Las Brisas, A-RP, Erreopeo o White Visitation. Las dos emisiones de Play abrieron apetito para los platos fuertes de las jornadas del viernes 23 y el sábado 24 de octubre.

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Foto: Oscar Villanueva

La afluencia fue considerable y positiva, mucho interés en la experiencia pero resultados evidentemente variopintos en el recibimiento. Los sold outs de las fechas se decantaron más por la fiesta y la convivencia entre propios extraños, que en la atención y conexión de la mayoría de los actos. Quizás el evento con mejor recibimiento fue el Avision 2 en el Teatro de la Ciudad, en donde los actos de Robert Henka, Martin Messier y Koreless & Emmanuel Biard derritieron las neuronas de más de uno.

John Roberts. Foto: Diego Figueroa

El entusiasmo no amilanó los shows tibios de Lee Gamble, Alessandro Cortini, Atom & Tobias o Tale of Us, los cuales se esperaban con gran entusiasmo, pero que no lograron cabezas como otros actos de ediciones pasadas. Sin embargo hubo sorpresas que atendieron a los públicos más exigentes y diversos, como lo fue Rival Consoles, la gran introspección de Kara-lis Coverdale & LXV, la espectral colombiana Lucrecia Dalt o la dupla conformada por Tin Man y AAA (Tin MAAAAn).

AlessandroCortini. foto: DiegoFigueroa
Foto: DiegoFigueroa

El gran esperado de la noche, Clark, supo hacer sudar el escenario B con su música, que si bien conectó de forma vertiginosa y efectiva dio la impresión de quedar en “cumplidor”, al igual que el gran DJ Koze o ese espectáculo de masas que fue “Reflections” orquestado por Sebastien Benoits y Takami Nakamoto.

TakamiNakamoto - SebastienBenoits. Foto: DiegoFigueroa
Foto: DiegoFigueroa

Quizás lo más granado y memorable de las dos noches del viernes y sábado del Foto Mueso Cuatro Caminos fue ese bloque que comenzó con A-RP cerca de la media noche, la agresividad y poderío de Vatican Shadow, sin dejar respirar para el marranazo de Shackleton, bajando con un cierre preciso a cargo de White Visitation, un consentido de la escena local actual. El regalo para los que aguantaron hasta el último fue el vértigo mental y toda la oscuridad del gran Lotic el domingo por la temprana madrugada, una de las voces más vivaces de la electrónica actual. De lo mejor de la noche.

Vatican Shadow. foto: DiegoFigueroa
Foto: DiegoFigueroa

Este año, los festivales de música más interesantes de la ciudad se han visto afectados en su menú, en buena medida por el clima financiero local y global, el tipo de cambio afecta sensiblemente y eso se nota en el costo de los boletos y en la selección de artistas, que si bien mantuvieron una calidad efectiva no lograron el impacto en el público como en la edición pasada de Mutek, festival al que le sigue faltando una organización más óptima que decante en una logística más efectiva en el tema de boletaje, relaciones públicas y acceso, así como elementos de experiencia como el transporte (el conflicto ubers vs taxistas se percibió afuera de los recintos), o cosas en las que ya se debería tener experiencia como las barras de bebidas o la saturación de accesos. Por otra parte, hubo también artistas que comentaron aspectos que han estado presentes en ediciones pasadas: “no nos dieron acceso a otras actividades del festival” o “no cumplieron con lo solicitado para el show”.

“Good, but not great” dicen los norteamericanos, y el balance de la edición número doce de Mutek fue estable con perspectiva positiva, ya que si bien aún falta mejorar el camino y la experiencia aún tiene bastantes cosas rescatables que mantienen el interés en un festival querido por quienes buscan algo más arriesgado y distintivo. Los juegos de luces y el sonido son óptimos y agradables, podrían perfeccionarse aunado al resto de elementos del festival, con miras a una experiencia aún más memorable, que al final de cuentas es la impronta objetiva de todo festival: una festividad, una pausa que perdure en medio de una oferta cultural que se presume como competida y difícil de costear para llevarla a buen puerto.