Barry Keoghan se mueve entre luchas territoriales, neblina y ovejas cercenadas en este relato donde todos los implicados son víctimas de las circunstancias.
“Acaba Con Ellos”, el debut de Christopher Andrews, es un drama rural irlandés sangriento con tintes de thriller que explora la violencia heredada y el peso del linaje. Con una banda sonora contundente y desequilibrada, la película se mueve entre el humor negro y la melancolía, atrapando a sus personajes en un destino tan desalentador como el paisaje que los rodea.
La historia sigue a un joven pastor atrapado entre el pasado, la lealtad paternal y un conflicto territorial con otra familia de granjeros. Las tensiones dentro de su hogar y la hostilidad exterior van escalando hasta convertirse en un estallido inevitable de sangre y resentimiento donde incluso las ovejas son víctimas de las circunstancias. La película se construye con un estilo narrativo fragmentado, donde cada escena va revelando momentos específicos que anticipan cada giro violento.
Barry Keoghan, quien ya exploró la oscuridad del alma irlandesa en The Banshees of Inisherin y dinamitó sus límites actorales en Saltburn, brilla con su habitual magnetismo inquietante. A su lado, Christopher Abbott aporta una intensidad contenida que refuerza el tono brutal de la película. Andrews filma sus rostros con una cercanía casi asfixiante, atrapándolos en un mundo de hostilidad y rencores contenidos. La violencia no es solo una explosión, sino una presencia constante que impregna cada mirada y cada gesto.
Andrews capta la textura de la vida rural con precisión, utilizando paisajes desolados, paseos nocturnos y una cinematografía fría que refuerza la sensación de aislamiento y estancamiento. Sin embargo, aunque la película destaca en su construcción de atmósfera, su insistencia en la crudeza puede volverse agotadora. La violencia se convierte en un fin en sí mismo, restando profundidad a los conflictos emocionales de los personajes.
A nivel narrativo, Acaba con ellos funciona más como una experiencia sensorial que como un drama de personajes bien desarrollado. La historia avanza con la lógica de una pesadilla recurrente, donde la tragedia es inevitable y la redención, inexistente. El guión, aunque efectivo en su tensión, deja la sensación de haber contado menos de lo que promete, repitiendo patrones sin aportar nuevas dimensiones.
El resultado es un thriller áspero y contundente, pero limitado por su obsesión con el dolor. Acaba con ellos impresiona por su intensidad y por las actuaciones de Keoghan y Abbott, pero su falta de matices y desarrollo la deja atrapada en su propia brutalidad. Aun así es un debut potente con momentos divertidamente oscuros e hilarantemente tristes.