Por: Hebert Canett…
Un delicioso limbo. El viernes pasado (25 de octubre), la banda neoyorquina, Blonde Redhead nos deleitó con un concierto rico en emociones encontradas: un recital honesto, sin la necesidad de un despliegue de tecnología visual nos arrastró por una serie de paisajes oníricos de cerca de dos horas. La tocada abrió con “Falling Man”, arrebatando la espera. El Plaza entero cayó en cuenta de que el sueño acababa de comenzar, Kazuno Makino y compañía se habían apoderado de la noche, con un sonido y ejecución impecables brincaron directo a “Dr. Strangeluv”, que se dejó sentir intensa y melancólica, como anunciando que lo mejor estaba por venir. El público ya estaba hipnotizado; entre el humo y el sabor a corazones rotos, el concierto creció agridulce, como era de esperarse. El nudo en la garganta se consumió con “Not getting there”, que para quien esto escribe fue una de las mejores rolas de su más reciente LP “Penny Sparkle”.
La tocadá reventó con “Equally Dammaged”,“In paticular” y “23”. Con un interludio de ritmos capciosos que rayó entre el jazz y el progresivo, pero sin perder ese beat sabroso que a más de uno nos mantuvo bailando por varios minutos antes de rematar con “Melody of Certain Three” (la que pudo ser la mejor pieza de toda la noche). A estas alturas, la satisfacción ya era plena, pero el encore resultó de ‘rompe y rasga’, con “Silently”, “Spain” y “Equus”.
Un setlist muy equilibrado y bien pensado, una banda que no tiene nada que demostrar, la música habla por sí misma, la solidez de la propuesta de Blonde Redhead es notoria, más allá de los géneros o estilos por los que atraviesan, se puede sentir el trabajo de músicos que están enteramente comprometidos con el arte y esto no puede pasar desapercibido, un concierto inolvidable e invaluable. Sin más.