Fotografías por Miguel Ángel Luján Sánchez

Iniciada por el hoy extinto festival Radar, ahora Aural, la “noche rock” ha venido a ser la apuesta fuerte para un público mayor dentro de todo su abanico de propuestas. Por ahí han desfilado bandas poderosísimas en conciertos inolvidables como Boredoms, Melt Banana, Sun O))), Melvins, Earth, o Wolf Eyes.

Grupos con poder, decibeles obscenos y extremidad brutal son ya elementos de una tradición dentro de la gama de conciertos que se presentan cada año en la Ciudad de México. La noche de ayer, jueves 16 de mayo, tocó el turno de Boris, banda japonesa, especialmente querida y esperada por años por todo el séquito de fans metalero/experimentales de México.
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Con un Lunario del Auditorio apenas al 50% de su capacidad, cerca de las 20:15 horas, los mexicanos de Monogatari salieron a escena para abrir telón. Buenas ejecuciones extremas, aunque se nota la falta de contundencia en la propuesta. Rock extremo, rápido y gritón con guitarreos repetitivos.

El segundo turno corrió a cargo de los amados/odiados Liturgy, que vinieron en dueto para recetarnos su metal pervertido en capas con gritos agudos. El recibimiento por parte de la gente fue más bien tibio, aunque los escasos fans se les veía más que satisfechos.

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Pero hay que ser honestos, la deuda de esa noche era con un trio nipón integrado por Atsuo (batería), Wata (guitarras) y Takeshi (guitarra/bajo). El trío la tenía segura: sala llena, un repertorio bien equilibrado con clásicos en su mayoría, temas metal y poderosos, épicos post rock, oleadas de melancolía, paredes de distorsión. Fue impresionante dar cuenta de cómo Boris nada entre género y género. Pocas palabras, un slam entre la gente no visto desde Melvins, grupo inspiración de Boris, por cierto.

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Temas del Smile (2008), el Pink (2005), aquel memorable Rainbow con Mchio Kurihara (2006), y el mítico Akuma no Uta de 2003 fueron desfilando de tal manera que no había fisuras. La masa de humo que despedía el trío se iba perdiendo con los acordes drones, pesados y melódicos de Boris, quienes pese a verse conmovidos por la respuesta de la gente, no perdían un ápice del profesionalismo ni misticismo que los ha hecho una de las mejores bandas no masivas más respetadas.

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Aural ayudó a saldar una cuenta con muchos de los fans de Boris, esos que supieron esperar años para estar frente a una de las mejores bandas del mundo, en uno de los mejores conciertos del año. Poco más de hora y media a lo largo de un set al que los muy fans sólo sintieron que faltó “Firewell”, uno de sus temas emblemáticos. Ocho temas épicos sin encore, sin fisuras. Una noche nebulosa y psicodélicamente stoner, en la que nada faltó y nada sobró.

Setlist

1. Huge

2. Rainbow

3. Pink

4. Vanilla

5. Statement

6. Angel

7. Cosmos

8. Flood