En cierto sentido la sorpresa, los cambios más trascendentes y las conexiones más significativas solemos encontrarlas también en un continuo despertar sobre lo cotidiano, sobre aquellas cosas y acciones más recurrentes y pequeñas, cayendo en cuenta que el chispazo que detona aquello que nos es más afortunado, creativo y memorable habita en uno. 

O no. 

Hay algunos que comparten esa idea y otros a los que les parece ridícula u obsoleta, idealista o sobrada, impostada incluso, y van por un camino digamos mucho más práctico. 

Al pasar las once de la noche del pasado martes 20 de agosto, tras el final de la segunda de las cinco fechas que la cantante islandesa Björk viene a presentar a la Ciudad de México, en el marco de su gira de presentaciones especiales bajo el nombre de Cornucopia, la división de opiniones, de dudas y certezas, el intercambio de ideas se mantuvo en un flujo constante, un tránsito que no ha dejado ser la impronta de lo que el trabajo de la autora de discos entrañables como Post, Debut, Homogenic, Medulla y otros trabajos despierta en el público. 

Cornucopia: la persistencia de una idea 

 

Es un hecho que no abundan artistas como Björk, que jueguen en un campo entre lo masivo, la fastuosidad y lo complejo de esa manera, militando desde la imposición de ideas, preceptos e ideales que permean en la forma, contexto y dinámica de sus presentaciones; piezas supremas que sugieren una opereta postnaturalista. 

También es un hecho que es Björk una personalidad compleja y desafiante que desconcierta hasta al más acérrimo de sus seguidores, quienes han usado en más de una ocasión la palabra “rara”, o más recientemente “inventada”. Y sí, resulta curioso que pese a las décadas de trayectoria, las diatribas y el aparente desinterés y críticas que son la comidilla del público global, tras experimentar la producción que fue Cornucopia, la gente se siga cuestionando lo que acababa de pasar y lo que Björk es o no. 

Cornucopia: la persistencia de una idea 

 

Björk es una transgresión asimilada, una anomalía en el sistema ya muy familiar, juzgada y cada vez más homogeneizada en su estilo vocal, cierto, así como una propuesta en la industria musical que para algunos pudiera resultar cansina o incluso encaspada. Sin embargo, habría que destacar el hecho de que Cornucopia ha sido a la fecha el formato más solvente y decoroso en el que se ha presentado la islandesa en nuestro país, sin una marejada de tierra y sonido deficiente de por medio, ni sets ultracortos o enmarcados en festivales que distraen el foco de la experiencia deseada, al desplegarse en un lugar novedoso, adecuado, imponente y de cuño reciente como lo es el Parque Bicentenario, en Azcapotzalco, dentro de un domo acogedor y sin escatimar en el nivel de soluciones y propuestas audiovisuales. Todo lo que uno imaginaba y esperaba de una artista que ha comprendido como pocas las posibilidades performáticas y teatrales de los conciertos estaba ahí como un sueño lúcido, sensual y multicolor, con tildes constantes sobre la conciencia ambiental, la fantasía y la tecnología como caminos de sensibilización frente a un planeta en estado de urgencia. 

Cornucopia: la persistencia de una idea 

 

Björk es un concepto mutante que es en sí mismo un universo, una suerte de artista vasta y múltiple, de la estirpe de los Bowie (al mostrarnos una faceta distinta de sí misma cada vez, esta vez complementada por más de una veintena de músicos-hadas-nibelungos en escena, el coro de la CDMX), en cierta medida de los Dylan (“los hits los reinterpreto y encripto a modo y mis conciertos no son karaoke”, celulares prohibidos y todo se teje bajo un mismo estilo o tesitura, de tal manera que el mensaje sea diáfano pero lejano a un show sólo para entretener o divertir. El concierto como una posibilidad artística discursiva), así como de las figuras pop-alt-avant trans contemporáneas como Anohni, Serpentwithfeet o Arca (lo femenino y lo queer que se desdobla y muestra la luz del universo, lo humano en lo mecánico; la belleza habitable en las tinturas violentas). 

Cornucopia: la persistencia de una idea 

 

Björk es una idea incómoda, al no dar certeza total y concesiones tras sus conciertos, chocosa si se quiere al desafiar y resultar sorprendente y parsimoniosa a tandas equivalentes, pero también, y como muchas de las ideas que son incómodas, persistente, recurrente, no olvidable fácilmente: brillante e incluso necesaria. Más allá del primer orden de producción, la imponencia plástica y el tino supremo de un venue novedoso, cómodo y bello como el Parque Bicentenario, lo realmente destacable de Cornucopia es esa idea que Björk lleva décadas transmitiendo de formas cada vez más bellas e inmersivas; esa idea que resulta incómoda por persistente y necesaria, para unos habitable en el discurso de la mente de una artista en el pináculo tardío de su carrera, o en la fibra más pura y franca de uno mismo: el planeta se encuentra en estado de emergencia, de violencia y daño irreversible flanqueado por la especie que milenariamente juró procurarla. 

Cornucopia: la persistencia de una idea 

 

Pese a las críticas de su costo, la planicie del despliegue histriónico de su protagonista o la subjetividad con la que suele ser “analizado”, Cornucopia cumple su cometido de ser algo más lejano a un espectáculo, algo muy distinto a un concierto y algo mucho más enriquecedor a nivel discursivo. Una idea posible, incómoda y necesaria, vital. Mientras tanto, tras la segunda fecha de Cornucopia en la CDMX, algunos descubrieron algo en sí mismos y otros siguen preguntándose sobre lo que es o no es Björk.  

Setlist de Björk, segunda fecha de Cornucopia en Parque Bicentenario, martes 20 de agosto de 2019. 

  1. Family (intro)
  2. The Gate 
  3. Utopia
  4. Arisen My Senses
  5. Show Me Forgiveness
  6. Venus as a Boy
  7. Claimstaker
  8. Isobel
  9. Blissing Me 
  10. Body Memory
  11. Hidden Place
  12. Mouth’s Cradle
  13. Features Creatures
  14. Courtship
  15. Pagan Poetry
  16. Losss
  17. Sue Me
  18. Tabula Rasa

Fotos cortesía Santiago Felipe | OCESA