Cuando la música popular se atreve a entrar en los recintos sagrados de la alta cultura, algo extraordinario suele ocurrir. Tal es el caso de Ed Maverick, cantautor chihuahuense que, con guitarra en mano y melancolía en la voz, ha logrado lo impensable: agotar en cuestión de minutos un concierto en la Sala Nezahualcóyotl, la casa de la Orquesta Filarmónica de la UNAM (OFUNAM), un recinto diseñado para el esplendor sinfónico y reservado históricamente para los grandes nombres de la música clásica.

El anuncio llegó como una brisa suave pero certera la mañana del 20 de mayo. OCESA y Cultura UNAM revelaban que el próximo 12 de junio, Ed Maverick ofrecería un concierto único: “Una noche con Ed Maverick interpretando La nube en el jardín“. La noticia corrió como pólvora entre sus seguidores, quienes no tardaron en volcarse sobre la plataforma de Cultura UNAM. En poco más de una hora, los boletos —con precios que iban de los 800 a los 1,900 pesos— ya se encontraban agotados.

Ed Maverick y la conquista de la Sala Nezahualcóyotl: un canto íntimo en la catedral sinfónica de la UNAM

El hecho no es menor. La Sala Nezahualcóyotl, con una capacidad para 2,177 personas y una arquitectura envolvente que permite una experiencia sonora inmersiva, es uno de los espacios más respetados y reverenciales de la escena musical mexicana. No es habitual que un artista de la escena alternativa o popular cruce su umbral. Pero Ed Maverick no es un artista cualquiera. Su disco La nube en el jardín, íntimo y atmosférico, es una obra que pide ser escuchada con atención, que exige pausa, y que encuentra en esta sala el marco perfecto para desplegar toda su sensibilidad.

Por ahora, ni OCESA ni Cultura UNAM han confirmado una segunda fecha. Pero si algo ha demostrado Ed Maverick, es que su música ha dejado de ser simplemente un fenómeno juvenil para convertirse en un acto de madurez artística. Uno que, como su próximo concierto, se atreve a habitar espacios antes impensables, y que invita a repensar qué significa hoy un “evento cultural”.

Una noche, una guitarra, una nube y un jardín. Todo ello resonando en la entraña de la Ciudad Universitaria. Quizá no haga falta más para entender que estamos ante un momento memorable en la música mexicana contemporánea.