Cuando pensamos en el afrobeat, el nombre de Fela Kuti surge como figura central y fundacional. Sin embargo, detrás del estruendo mediático y político del nigeriano, hay otros arquitectos del sonido panafricano cuyas huellas han sido igual de profundas. Entre ellos, Ebo Taylor ocupa un lugar singular: no como satélite de Kuti, sino como uno de los pilares originales que cimentaron el afrobeat desde sus raíces más profundas, en los sonidos del highlife ghanés.

Nacido en 1936 en Cape Coast, Ghana, Ebo Taylor creció en un entorno donde la música era tanto un idioma comunitario como una herramienta de resistencia. Durante las décadas de 1950 y 1960, el highlife era el lenguaje musical de la posguerra africana, una mezcla entre armonías occidentales, jazz caribeño y ritmos tradicionales akan. Taylor, ya como guitarrista y compositor, destacó pronto por su capacidad para modernizar el highlife sin despojarlo de su alma.

Fue en su paso por el Eric Grafton Music School y más tarde en el London School of Music donde su visión musical se amplió. En Londres no solo estudió teoría, sino que absorbió la efervescencia del jazz británico, el soul americano y el funk de James Brown. Es allí donde conoce a otros músicos africanos, incluido Fela Kuti, con quien compartió ideas y escenarios. Este cruce, lejos de ser anecdótico, plantó la semilla del afrobeat como lo conocemos: una mezcla de groove, resistencia, y herencia africana reimaginada.

Mientras Kuti politizaba el ritmo desde Nigeria, Taylor lo ritualizaba desde Ghana. Su estilo es más espiritual que confrontativo, más groove ancestral que grito revolucionario, pero con el mismo corazón panafricano latiendo bajo cada compás. Discos como Love and Death o Tower Nyame no son solo obras maestras musicales, sino archivos sonoros de una época donde ser africano era un acto de afirmación y de futuro.

La genealogía del afrobeat, entonces, no es una línea recta, sino una red en la que nombres como Tony Allen, Orlando Julius, Manu Dibango y Ebo Taylor se entrelazan. Pero a diferencia de otros, Taylor nunca dejó de mirar hacia sus raíces ghanesas. Su trabajo con instrumentos tradicionales, sus letras en fante y su estructura melódica han mantenido al afrobeat conectado con el highlife, el ritmo madre que lo engendró.

Hoy, a sus 90 años, Ebo Taylor no solo sigue componiendo y presentándose en vivo, sino que se ha convertido en un símbolo de lo que significa envejecer con dignidad artística. En una era obsesionada con lo nuevo, él encarna lo necesario: la memoria viva del ritmo, el archivo humano de una historia que aún se baila.

Ebo Taylor en México

El ritmo como memoria: Ebo Taylor y la genealogía del afrobeat

Cuando suba al escenario en la Ciudad de México este 23 de mayo, no estaremos solo ante un concierto. Estaremos asistiendo a una ceremonia intergeneracional, un gesto de transmisión cultural donde el ritmo se convierte en puente entre continentes, entre tiempos, entre almas. Porque como dice Taylor: “La música es como el árbol; tiene raíces profundas. Yo solo soy parte del tronco que sigue creciendo”. Consigue tus boletos a traves de Fever.