Hablar de Fito Páez es adentrarse en un universo donde las palabras encuentran un propósito más allá de lo evidente. En cada canción, Fito construye un relato que no solo narra, sino que transforma. Sus letras no se conforman con describir emociones; las diseccionan, las cuestionan y, finalmente, las convierten en experiencias compartidas que resuenan en lo más profundo de quienes lo escuchan.
Con lo anterior en cuenta, el día de hoy nos tomamos el tiempo para hablar de la lírica del artista argentino, pues próximamente estará de regreso en nuestro país, en dos noches imperdibles en el Auditorio Nacional y tendrán lugar este 21 y 22 de enero.
Fito Paez y el amor como motor de la narrativa
En “El amor después del amor”, una de sus composiciones más emblemáticas, Fito no se limita a explorar la felicidad del amor redescubierto; la canción es también un testimonio de las heridas que preceden a ese renacer.“Nadie puede y nadie debe vivir sin amor”, es la vitalidad del sentimiento y también su inevitabilidad, lo que es una verdad tan simple como desgarradora.
Lo que distingue a la poética de Páez es su capacidad para abordar el amor desde todas sus aristas: el deseo, la pérdida, la reconciliación y, en última instancia, la aceptación. En “Un vestido y un amor”, cada palabra evoca imágenes de una intimidad casi palpable, donde los pequeños detalles –un vestido, un perfume– encapsulan un universo de emociones que trascienden lo cotidiano.
La melancolía como refugio
Si bien muchas de sus canciones tienen una cualidad celebratoria, Fito también es un maestro en encapsular la melancolía. “Tumbas de la gloria” es un himno que explora el duelo y la necesidad de redención con una honestidad brutal. Con frases como “Te vi, te vi, llorando en el umbral del mundo que imaginé”, Fito construye imágenes que no solo describen, sino que sumergen al oyente en un estado emocional específico.
Lo fascinante de su melancolía es que nunca se siente pesada o abrumadora. En lugar de eso, ofrece una suerte de consuelo, como si al compartir su tristeza, Fito nos permitiera reconciliarnos con la nuestra.
El poder de las imágenes sensoriales
Las letras de Fito no serían lo mismo sin su habilidad para pintar escenas completas con un puñado de palabras. En “Pétalo de sal”, cada línea se siente como un cuadro: “Una gota de resina que cayó de un violín, un pedazo de la luna que cayó sobre mí”. Estos versos no buscan explicar; buscan que el oyente sienta, que imagine, que se deje llevar por las texturas que sugieren.
Esta riqueza sensorial también se percibe en canciones como “Sasha, Sissi y el círculo de baba”, donde el surrealismo de las imágenes no disuelve el impacto emocional, sino que lo amplifica. Fito escribe desde un lugar donde lo tangible y lo abstracto conviven, generando una experiencia única que desafía los límites de lo descriptivo.
El poeta del rock en español
La verdadera magia de Fito Páez no radica solo en lo que dice, sino en cómo lo dice. Su capacidad para jugar con las palabras, para dotarlas de un ritmo y una musicalidad propias, eleva sus letras a la categoría de poesía. Fito no teme a las emociones grandes ni a las contradicciones. Es directo sin ser simple, introspectivo sin ser hermético, universal sin ser genérico.
Las palabras tienen un peso, una cadencia y una intención que pueden transformar lo ordinario en sublime y son un espejo donde cada quien puede ver reflejada su propia historia, reinterpretada a través de los ojos de un artista que nunca ha temido mostrarse vulnerable, ayudándonos a conectar con lo que significa estar vivos.