Zapatos con animal print, pantalón de corte ancho, un blusón amplio y cabello engominado. Un outfit perfecto para ir a la iglesia un domingo, cantar gospel y adorar al señor, tal vez adecuado para invitar a una linda dama a pasear lentamente por la ciudad durante los años 50… o para conquistar al público del Plaza Condesa como lo hizo Leon Bridges.
La música del cantante y compositor es una invitación a desatar los recuerdos, a dejar que la añoranza fluya, su estilo y formas están más cercanas a las de Sam Cooke (una de sus claras referencias) que a las de modernos representantes del R&B como John Legend o Frank Ocean.
El turno de abrir la noche recayó en la joven Fernanda Casillas que gracias a su mezcla de neo-soul y el espíritu de los sintetizadores setenteros fue un aperitivo adecuado para la llegada de Bridges. El público así se lo reconoció con un afectuoso aplauso, sin embargo, era notoria la expectativa por disfrutar el plato principal.
El texano inició su setlist con Smooth Sallin, el cuarto corte de su disco debut: Coming Home. A partir de ese momento, Bridges fluyo entre géneros sin esfuerzo y conquistado a los presentes con sugerentes quiebres de cadera al ritmo de su aterciopelada voz.
A lo largo del recital, que mezcló canciones de su primer trabajo y su placa más reciente (Good Thing) sacó a relucir las influencias que intenta canalizar Leon en su música. Del bailable rock and roll de Little Richard, a la íntima seducción de Darondo, sin olvidar esos momentos de gospel y melancólico soul que recuerdan a Otis Reading. Incluso un poco de baile funk para recordar a Prince o una rasposa guitarra para darle una espesa base a un blues.
Bridges dueño de una voz que le permite alcanzar diversos registros sin forzarse, a pesar de su breve carrera se le nota dominante en el escenario, preciso en la interacción con el público y de buena química con la banda que lo acompañaba (dos guitarras, una corista, un bajo y un tecladista).
El intérprete se dio tiempo de complacer a su público, invitándolos a seguir sus pasos de baile o solicitando (sin exagerar) que siguieran el ritmo con sus manos. Parecía que la audiencia y él eran amigos de tiempo, conocidos de otra vida, aun cuando era su primera visita a nuestro país. Inclusive Bridges se permitió dedicar la seductora Brown Skin Girl a todas las señoritas de piel tostada que se encontraban en el lugar. “Para mis morenitas,” exclamó con picardia. Seguro es de los que sí te abrazan en la cama.
La noche alcanzó su momento cumbre durante la añorante interpretación de River, la canción que cierra Coming Home. Acompañado sólo por su guitarra y su enigmática corista, Bridges desbordó sentimiento en cada estrofa…
Tip me in your smooth waters
I go in
As a man with many crimes
Come up for air
As my sins flow down the Jordan
…Como si los pecados de un amor imposible se negaran a abandonar su cuerpo. Claramente es uno de los puntos altos de su discografía. Una invitación a la calmada ofrenda de su alma.
Este será uno de los momentos más mágicos que viviremos. No tenemos palabras para lo que nos acaba de ofrecer @leonbridges. 🌠💖 #LeonBridgesMx pic.twitter.com/dVQtE8Te1j
— El Plaza Condesa (@El_Plaza_) June 1, 2018
Leon Bridges sin duda admira a sus héroes y controla con solvencia los distintos géneros que pisa. Su obra es la herencia lógica de décadas de música negra, es un melodioso eco de las voces que lo antecedieron. Será interesante ver a dónde lo llevan esas raíces en un futuro y comprobar si la nostalgia llega a nuevos terrenos o si se trata tan sólo de un bello eco del pasado.
El porvenir luce brillante, como se titula una de sus canciones “If It Feels Good (Then It Must Be)”.
*Por Rafael Paz (@pazespa) | Fotos: Dulce Guerrero Coria