Uno de los lugares más cómodos en los que reposa el rock de guitarra, bajo y batería es el de la autocomplacencia: “es sólo rock and roll pero nos gusta”. Ahí, en donde el pop, la electrónica, el metal y sus ramas más atípicas han surcado parajes indómitos, el garage y el rock seco sin fisuras se han aferrado a encapsular el tiempo; forzar la máquina para mantenerse inmaculado.

Sin embargo, esa aparente ausencia de reflectores y públicos que simulan un marasmo acéfalo que atiende al aplauso, el grito y el beat inmediato, de la que gozan un buen número de grupos diseminados a lo largo y ancho del mundo, han continuado su camino de forma decorosa, aferrándose al rock más clásico y ruidoso, ese que se se encuentra adherido a la parrilla oxidada de nuestra nostalgia.

En este sentido, el nacimiento del Festival Hipnosis en la recta final del año resulta toda una bocanada de aire puro y distensión para buena parte del público que sigue teniendo en el rock su piedra total de la redención. Por diversos motivos, tener un perfil discreto aunque contundente tanto en forma como contenido, el más afortunado de todos.

Hipnosis viene a atender de cierta manera ese nicho de adeptos al garage, la psicodelia y los hijos más tronados del blues de los últimos 20 años. Esa gran oleada que lo mismo están montando sus tiendas de discos, ropa y fiestas en torno al rock y sus derivados, aunque ese camino negro no está desprovisto de la fiesta, el baile y la influencia negra y latina.

Once bandas, un escenario, una localidad conocida por los asistentes del Festival NRMAL (Deportivo Lomas Altas), y un frío de la chingada que había que sortear a punta de cervezas, chamarras y decibelios.

 

festival hipnosis
(The CoathHangers/ Foto: Toni Francois, cortesía Hipnosis)

 

Pocas veces hemos presenciado un festival que amarre de forma tan justa y razonada en su transcurso como éste, en el que tanto la calidad del sonido como de los artistas que se presentaban iban llevando un cauce congruente. Donde un montón de festivales se encuentran hincando el diente en la activación y la pretensión a ver quién dice mejor y más, Hipnosis le regaló a la Ciudad de México una jornada de distorsión, buenas rolas y chamarras roqueras (hace tiempo tampoco veíamos tantas buenas chamarras juntas).

Fue un gusto ver que bandas locales como Viv & The Sects siguen mejorando en su sonido y continúan escarbándole en pos de desarrollar una voz cada vez más genuina. También fue un sábado en el que las mujeres impregnaron de forma única el poder, rock sólido y misticismo a través de deliciosos amplificadores (Death Valley Girls, The Coathangers, The Black Angels, Black Rebel Motorcycle Club).

Rumbo al ocaso, con un público que hasta entonces se había pasado entre el cotorreo tranquilo y el pic-nic a punta de porro y chela, Hipnosis pareció haber apagado la luz tras el potente acto de The Coathangers para dar inicio a la parte más sustanciosa y ritual de la noche, una con más nivel de distorsión, frío y psicodelia.

Ty Segall / Foto: Toni Francois, cortesía Hipnosis
Ty Segall / Foto: Toni Francois, cortesía Hipnosis

Ty Segall es ya un viejo loco y conocido del público mexicano, aunque no lo habíamos visto en esta nueva etapa en la que va a mil por hora, con unos músicos increíbles que le siguen el paso a su rock que va de aquí para allá, quemándose a lo bonzo a punta de garage bruto y desparpajado. California estuvo presente en la casa a través de las disonancias de este prolífico colmilludo, que si bien en ocasiones sigue sonando sobrado y agudo, sabe surfear con maestría sobre los largos pasajes rockeros. Está en su mejor momento. Set caliente que parecía decir “la noche ha llegado”.

La estafeta la tomaron de inmediato los poderosos The Black Angels, amos y maestros de la psicodelia contemporánea, que si bien ya no alcanzan los altos vuelos de discos pasados como el Directions To See A Ghost (2008) o el Phosphene Dream (2010), su show en vivo ha mejorado con creces, con un set colgado de la brocha, visuales deliciosos para los que les fascina la cosa cuajadona y fractalizada y un rock macizo con todas las de la ley. También su mejor presentación en la Ciudad de México a la fecha.

The Black Angels / Foto: Toni Francois, cortesía Hipnosis
The Black Angels / Foto: Toni Francois, cortesía Hipnosis

El buen sabor de boca seguía intacto, incluso se potenció gracias a la excelsa selección musical entre banda y banda (pocas veces el público pregunta tanto por el playlist entre grupos, cortesía de Tropicaza en buena medida). Los comentarios positivos iban de la calidad de la noche, lo disfrutable de su tamaño hasta llegar a un “ya hacía falta un festival que pensara más en buenos actos de rock en vivo”. La noche de las chamarras congeladas y la fe en las guitarras estaba por llegar a su mejor momento.

Confesión: se había acuñado el escepticismo puesto que Black Rebel Motorcycle Club para muchos era una banda que venía de una etapa extraña, en la que le habíamos perdido la pista con la tibieza de sus últimos dos trabajos de estudio con siete y cuatro años de distancia hacia el presente.

(Black Rebel Motorcycle Club/ Foto: Toni Francois, cortesía Hipnosis)
(Black Rebel Motorcycle Club/ Foto: Toni Francois, cortesía Hipnosis)

En cambio, la sorpresa fue notable. Un set increíble, potenciado, con una mejora en vivo desde la última vez que los vimos en nuestro país, hace ya casi seis años. Peter Hayes no sólo todavía las puede, sino que parece haber recobrado la fe en su bajo y en cabalgar sobre un rock sin complejos, endiosado, hedonista y poderoso. Su baterista, Lea Shapiro por fin parece más acoplada y natural en el sonido enchamarrado y Robert Levon se ha convertido en un completo mago, prometiendo filo en sus rolas nuevas, refrescando los clásicos de forma notable.

El rock bajaba como whiskey en medio de la helada, la gente salía contenta por haber presenciado un festival impecable. Pero para los temerarios, los atentos y los roqueros bailones que no temen ser encasillados, el cierre fue toda una delicia gracias a uno de los mejores combos mexicanos actualmente, La Redada.

Danzón, cha cha chá, Boogaloo, frecuencias africanas e hipnotismo de pachecos pusieron a pelearse contra la helada a unos cuantos aferrados, quienes se bajaron el frío a punta de baile de sabor, aprovechando la buena ola energética y el increíble sabor de boca que dejó el que seguramente será a la postre uno de los mejores festivales de música (ahí nomás) de todo el 2017.

Foto: Toni Francois, cortesía Hipnosis
Foto: Toni Francois, cortesía Hipnosis

Ante la marejada de activaciones comerciales, boletos impagables y carteles kilométricos que disfrazan unos cuantos actos de poder contra un sin fín de relleno, festivales como Hipnosis atienden un público al que ya le urgía mantener su fe en los lentes oscuros, el olor a pachuli y la chamarra de cuero. Felicidades a todo el equipo de Hipnosis y a Indie Rocks! por aventarse el tiro.