En un mundo musical que a veces se siente más como pasarela que como trinchera emocional, Pájaros Vampiro aparece como un acto de fe. De fe en la distorsión, en la honestidad y en esa belleza desgastada que sólo puede surgir cuando haces música con las entrañas. Este proyecto nacido en el norte de la Ciudad de México mezcla el ruido espeso del shoegaze con la urgencia directa del punk, pero más allá de las etiquetas, lo suyo es un pulso que late con rabia, melancolía y humanidad.
La historia de la banda comenzó desde abajo, como tantas buenas historias. Hugo Rojas y Abraham, amigos de adolescencia, skate y garage, comenzaron a hacer música sin más pretensión que la de sonar como sus bandas favoritas y pasar el rato. Su nombre, Pájaros Vampiro, surgió de una anécdota familiar, casi como una broma que se volvió bandera. Esa actitud despreocupada —pero no por ello superficial— es la que ha marcado su andar.
Después de algunos demos grabados en casa, lanzaron su primer EP, Miedo y Deseo, con una crudeza que no pretendía maquillar nada. Canciones que hablaban del hartazgo, la juventud y las calles, con riffs sucios y una sinceridad punzante. Luego vino Buscando Rebeldía (2020), producido por Toño Montes (Los Románticos de Zacatecas), un trabajo que afinó el sonido pero no domó su espíritu: repetición catártica, ritmos bailables y letras que se sienten como si fueran escritas en la parte trasera de una libreta escolar durante una crisis existencial.
Pero ha sido con su más reciente trabajo, el álbum debut Se Hace Así, donde Pájaros Vampiro da un salto importante sin perder el piso. El disco, lanzado en abril de 2025, es un retrato descarnado de la ansiedad contemporánea. Temas como “T.O.C.” y “La Semana Está Bajo Ataque” hablan sin rodeos de salud mental, presión social y la incomodidad de habitar un mundo que exige brillo constante mientras por dentro todo parece tambalearse. Todo envuelto en distorsión, con guitarras reverberantes y baterías que golpean como pensamientos intrusivos.
“No nos importa ser una banda de moda”, han dicho. “Creemos que ahí se pierde la magia de la música”. Y sí, se nota. Su filosofía DIY no es pose, es práctica diaria: componen, graban, editan, comparten, sin esperar la validación del algoritmo. No persiguen la viralidad, pero generan identificación real, esa que no se mide en likes sino en gargantas coreando al unísono en un bar pequeño.
En el escenario, Pájaros Vampiro se transforma en un torbellino emocional. Han compartido cartel con bandas como Mujeres, Boom Boom Kid, Carolina Durante y The Drums, pero siempre manteniendo su estilo sucio, ruidoso y pasional. El próximo 10 de julio se presentan en las Noches Hipnosis en la Sala B del Foro Indie Rocks!, una oportunidad imperdible para verlos vibrar en carne viva. Registrate aquí.
En tiempos de producción pulida y fórmulas que lo apuestan todo a lo viral, Pájaros Vampiro representa otra posibilidad: la de la música como canal de catarsis, como abrazo entre desconocidos, como grito compartido por quienes aún creen que la música no es un producto, sino una forma de resistir.