Con el tiempo, las conversaciones sobre el Rock en México y los lugares en donde tenía cabida en tiempos difíciles, adquieren tonos míticos. Famosas ya son las pláticas de más de un tío borracho que dice haber ido a Avándaro, y sueltan la lista de nombres: Three Souls in my Mind, Tinta Blanca, Peace and Love, etc. Están también los que presumen haber ido a los míticos conciertos de Radiohead en México en el 94, o los que iban a los hoyos fonquis, al Tutti Frutti, el LUCC, La Rockola o el Bar 9.

Entre presumideras y leyendas urbanas del rock en el DF, lo cierto es que los locales donde históricamente se hace rock en nuestra urbe y sus alrededores son muy especiales. Difícilmente hoy en día, un lugar puede despertar un alto grado de identificación con la escena musical local, más allá de ser un solo sitio en donde tocan bandas y se cobra un cover por entrar. Hace falta ese “algo más” que lo vuelva mítico y especial. Pocos lugares hay en nuestra ciudad como el Alicia, El Tiánguis del Chopo o incluso el Cultural Roots, por mencionar unos muy comunes y emblemáticos.

A quien esto escribe le tocó vivir una buena parte de la década de los noventa, descubriendo grupos y acudiendo a conciertos dominicales o tardeadas en ciertos locales que, en mayor o menor medida, fueron especiales para la escena nacional roquera. Hoy en día ya no existen más y aprovechamos la ocasión para recordar algunas presentaciones memorables, que dejaron a estos lugares en un lugar muy especial de la historia de la ciudad. ¿A cuál fueron ustedes?

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Rockotitlán.- Rockotitlán es el lugar mítico por excelencia. Todos llegamos a escuchar del local ubicado en Insurgentes Sur, en donde desde 1985 se daban cita artistas del calibre de Cecilia Toussaint, Caifanes, Fobia o Real de Catorce en un lugar determinante para la escena.

A mí me tocó ir en los estertores de su última etapa, de cara al final de los noventa. Una nueva banda llamada Molotov estaba reventando las noches en las que se presentaba, sin siquiera haber sacado su primer disco aún. Memorable también fue ver a Santa Sabina en ese lugar tan pequeño, con barra libre de cerveza y sudor extremo.

Los cambios de administración siguieron ocurriendo y tras un primer cierre vino una reubicación, por los rumbos de Villa Coapa. El rock corporativo, las empresas grandes organizadoras de conciertos y el crecimiento de las bandas contribuyeron a su desaparición en 2004.

Rock Stock.- Si uno camina por avenida Reforma, a la altura de la glorieta de La Palma, a un lado del BBVA Bancomer, podemos ver lo que alguna vez fuera el Rock Stock, lugar que era primordialmente de tardeadas cheleras, con bandas del momento. El cover era como de 50, 70 pesos y uno podía tomar cuanta cerveza quisiera, aunque fue en lugares como éste, La Diabla o la famosa La Boom se fundió el mito de la famosa “chela con éter”.

Rock Stock fue muy importante para bandas de rock en México que abrevaban del metal, el grunge y el naciente rap core al estilo rap-core. Guillotina, Riesgo de Contagio, Funkswagen, Limbo Zamba, la Cuca o toda la camada de grupos asociados con Rock 101 y el entorno musical mexicano de Luis Gerardo Salas. Del 87 al 95, Rock Stock mantuvo cierta onda e identidad con la escena nacional, en ese local pequeño, al que había que subir unas escaleras y agarrar un buen lugar para no morir asfisxiado en el slam.

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Hard Rock Live.- De un corte siempre más internacional y con un perfil de un nivel adquisitivo mayor, el recién cerrado Hard Rock Live de Polanco se llevó consigo, una parte importante de conciertos memorables, en los que el buen sonido y lo diminuto del lugar dotaban de cierta mística inolvidable aquellos conciertos.

Quien haya ido a las tres noches de concierto de los Deftones sabe de lo que hablo. Esos sold outs del 2001 estuvieron brutales. De igual manera, los fans de Corcobado coincidían en ese lugar como uno de los mejores venues para los conciertos del cantante español, así como Los Misfits, los primeros recitales de El Otro Yo, o Lemmy de Motorhead con sus fabulosos The Head Cat. Un lugar con menos onda y mística en la mayoría de los casos, pero con un lugar especial también. 

Tropi-Rock.- Justo en la periferia del Distrito Federal, justo entre la frontera del DF con Ciudad Neza y Ecatepec, allá por los rumbos de Aragón, el Tropi-Rock se instauró como un lugar involuntariamente importante y sui generis para los amantes del rock.

Pasando el infame Río de los Remedios, sobre avenida Hank Gonzales (también llamada avenida Central), está hoy el que alguna vez fuera uno de los pocos lugares para ver rock distinto en el Estado de México, que no fuera sólo rock Urbano.

Como su nombre lo indica, en la parte de arriba tocaban grupos tropicales y vernáculos para bailar salsa y cumbia, en tanto que en la parte inferior del local, mucho más pequeño y lúgubre, se daban cita entre semana los fans de Hocico, La Concepción de la luna, La Castañeda o el grupo de covers de casa: Mensaje Subliminal. Por aquí desfilaron también unos recién estrenados Molotov, Santa Sabina, Resorte, la Cuca o La Lupita, pero “el tropi” es importante por ser de los locales que comenzaron a levantar mucho público en la primera camada importante del ska mexicano: La Matatena, Panteón Rococó, Sekta Core, Nana Pancha o La Tremenda Korte eran regulares de casa. El lugar cerró a finales de los noventa y fue clausurado en repetidas ocasiones. Con el tiempo se convirtió en billar y en un local muy inseguro para ir a divertirse.

Babel.- Babel, el que estaba en la calle de Tacuba, en el Centro Histórico, es uno de esos locales ambiguos: por una parte había gran ambiente, mística y acústica decente, pero por otro lado olía a antro vendechelas y agandalle con los grupos a más no poder. Fue en locales como Babel, en donde vi por primera vez, esas guerras de bandas que ponían a los grupos a vender boletos y a empeñar sus instrumentos para tocar al lado de La Dosis, La Cuca o La Gusana Ciega. Sin embargo, el lugar tenía onda y generaba buena sinergia entre público y bandas, tuvo su momento.