Por: Ricardo Pineda | Fotos: Óscar Villanueva Dorantes (OVD) / Cortesía

 

Aquel leyendón de las tornas llamado Joshua Paul Davis se presentó en nuestra ciudad el pasado viernes 19 de agosto en El Plaza Condesa, en un show que parecía por fin le haría justicia a los fans más aguerridos, borrando de una vez aquella infame presentación que dio en 2011, en donde la torpeza logística y el fastuoso entramado audiovisual fueron ingredientes para una noche completamente olvidable, así como también aquel DJ Set del Corona Capital un año después que dejó a muchos francamente decepcionado.

La gente quería ver al Shadow clásico, el tornamesista de oro que confecciona breaks y beats a lo bestia. Tarde pero seguro, DJ Shadow llegó en un momento en el que parecía que ya nadie lo esperaba, con un nuevo disco bajo el brazo, The Mountain Will Fall.

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Un viernes pasado por lluvia y caos típico de la Ciudad de México. Empezamos casi puntuales y sin abridor, bendito sea. Era la hora de la hora y El Plaza no llegaba ni al 50% de su capacidad, sin embargo a los pocos minutos todo cambió y el público, treintañeros y más allá en su mayoría llenaron el recinto de la colonia Condesa, con la calma, expectativa y discreción que caracteriza a los viejos amigos.

Casi media hora después de las nueve de la noche, Shadow apareció en el escenario montado por un tríptico de pantallas que lo envolvía, tomó el micrófono y saludó contento a la audiencia, sereno y seguro como quien sabe que los mejores años ya pasaron y que ahora el asunto es disfrutar para convertir lo fácil en algo bello.

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Y así fue. Trip hoperos trasnochados, raperos de cepa y amantes de las mezclas finas del DJ Sombra estuvieron encandilados y al tanto de la maestría del californiano de 44 años, quien hizo un balanceado y extenso recorrido por toda su carrera discográfica. Los visuales iban ad hoc con las refrescadas a trabajos ahora ya clásicos de Shadow: “Six days”, “The Sideshow”, “Midnight In A Perfect World”, “Nobody Speak”, “Building Steam With A Grain Of Salt”  hasta llegar al maravilloso cierre de “Organ Donor”. Se veía como se escuchaba: increíble aunque ya ligeramente desfasado a los tiempos.

Es curioso ver que lo que más entusiasma al público sigue siendo ese portento llamado Endtroducing, su trabajo debut de hace dos décadas. Shadow es ahora un adulto colmilludo que no corre prisas, basto de sí y con esa urgencia por hacer volar la cabeza al respetable a base de puro macanazo y beat in crescendo. No tiene más que guardarse, el show fue una deuda saldada, que no va más allá de lo que se espera, al que la gente no exige más.

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Una pantalla frontal se antepone en primer plano para desplegar la mejor parte de la noche, con guiños renovados a los clásicos pero sin perder lo que la gente espera, rapp clásico, breaks abigarrados y baterías a todo plomo.

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¿Qué sigue para Shadow en términos creativos? Paul Davis es un productor que se ha codeado con quien ha querido, que ha mezclado el rap con el soul, el jazz y el rock a su antojo, con una panoplia certera de beats. Un genio que no se mueve de su palestra, sólo defiende el título. Ninguna novedad, pura certeza, a veces eso se agradece, otras tanta deja a los más exigentes con ganas de más, con la duda de que pudo haber sido mejor. Una noche memorable para quienes seguían con la espina de un show digno.

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Tras el último beat, Shadow agradeció entusiasmado y con una sonrisa, calmo, ante un público respetuoso y correspondido que ya no espera nada del futuro. Concierto palomeado, mentes voladas en su lugar. Los asistentes regresan a sus casas a descansar, se pierden en las sombras bajo la lluvia, saciados, todo en orden sin ganas de más caos que el que su pasado les puede brindar.