“Érase un hombre -una modelo, un actor, un presidente, un banquero, un acaudalado empresario- a una nariz pegado”. Érase la economía de un país, de un continente, con unas fosas nasales gigantescas…”Érase que se era….”,  con esas palabras en las primeras estrofas comenzaba Siniestro Total su “Todo por la Napia”, y también mi abuela cuando se disponía a contarme un cuento.

Mi abuela nunca habló de la cocaína en sus historias, no así un considerable número de cupletistas, bluseros, jazzistas, hombres del country, el rock, el pop, el punk  y la música electrónica.

La lista de discos concebidos y grabados en extenuantes jornadas de trabajo que han tenido como combustible gramos y gramos de cocaína es interminable, pero podemos hacer un compendio razonable de buenas canciones que hablan abiertamente del alcaloide, y quedarnos pensando si fue realmente la revolución que desencadenó el descubrimiento del LSD más importante para la cultura pop que que la que dio inició con la síntesis del clorhidrato de cocaína, aclarando que no me interesa en lo absoluto añadir más leña al fuego del cuento de lo bien que funciona un rockstar esnifando cocaína del culo de una stripper, ni sacarle lustro a los estereotipos del bling bling hiphopero con una porosa piedra blanca; ésta es una mezcla de canciones por las que desfilan igualmente gozo y drama, en las cuales se habla de cocaína igual con gusto y amor que con dolor, humor y crítica corrosiva.

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Cuando la cubana Pilar Arcos grabó – probablemente en España, país en el que estudió música- su cuplé “La Cocaína” (alrededor de 1927), el alcaloide ya había tenido sus primeros triunfos comerciales. A principios de siglo en Estados Unidos era más barata que el alcohol y los patrones la suministraban a los obreros para mantenerlos fuertes y resistentes al calor y al frío. Sin embargo desde finales del XIX autoridades sanitarias ya la consideraban peligrosa y comenzaban a presionar para su regulación. diferentes actas proclamadas en 1906, 1914 y 1922 fueron los primeros pasos importantes hacia la prohibición de esta sustancia. Así pues, estamos hablando ya de canciones que cantaban sobre el uso y el gozo de lo prohibido.

Olvídate de encontrar olvido en el fondo del vaso: Cuando el amor ya vi alejar, fue la cocaína un consuelo para mi anhelo mejor calmar…. Mi juventud ya declina, dadme a probar cocaína”

 

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Durante los “alegres veinte” y los años treinta quedan grabadas en Estados Unidos más canciones sobre la cocaína. Alan y John Lomax toman registro de “Take a Whiff on Me” también conocida como “Take a Whiff (on Me)”, “Cocaine Habit” y “Cocaine Habit Blues”. Aquí, una versión con la Memphis Jug Band desde el delta del Mississippi. Otra, la de los archivos de los Lomax, con Ledbelly, Y desde el mundo del jazz y las orquestas, Ella Fitzgerald y Chick Webb entregan “Wacky Dust”, canción escrita por Oscar Levant, Stanley Adams – autor de la letra en inglés de “La Cucaracha”.

I love my whiskey, and I love my gin. But the way I love my coke is a doggone sin.

They call it wacky dust, yeah. It’s something you can’t trust. And in the end the rhythm will stop. When it does, then you’ll drop from happy wacky.

 

 

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Pese a que frente a los ojos de todos las mafias que se disputaban el control de estupefacientes en el mercado del mundo moderno a partir de la era de la prohibición americana  habían dado ya muestras sangrientas de lo que para ellos representaba defender un negocio -ilegal-, aún había espacio para anuncios en la radio como el de Carmelita Aubert (1933). Desconocemos si alguien la hizo de tos por este producto y su campaña publicitaria, pero lo dudamos. Otra vez, un tango.

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Aún en 1947, los charts tenían espacio para una canción como “Cocaine Blues”, grabada por Roy Hogsed and the Rainbow Riders. Esta historia sobre un hombre – Willy Lee- que decide callar a una mujer a tiros después de un cóctel de Whiskey y cocaína llegó al puesto 15 en las listas de popularidad de música country. En 1968 Johnny Cash la incluye en su presentación en vivo desde la prisión de Folsom, California, en la versión de Cash, Willy no termina encerrado en San Quintín, sino por supuesto, en Folsom. Billy Hughes grabó algo muy parecido, pero con Cocaine Kid, en lugar de Willy Lee, matando a su esposa. Tierno, muy tierno. “Cocaine Blues” ha formado también parte del repertorio de Bob Dylan, y de muchos otros más.

Así es como cierra Willy Lee su relato: Come all you hypes and listen unto me, Just lay off that whiskey and let that cocaine be.

 

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Durante los años sesenta, la cultura pop se tiñó casi por completo de matices sicodélicos. Pero el verano del amor se esfumó igual que como llegó. Antes clausurar la década, The Rolling Stones nos invitan a darnos unos raquetazos en el estacionamiento con “Let it bleed” . Y un par de años después, en 1971, graban ese portento del blues electrificado conocido como Sticky Fingers, uno de los discos más drogosos de la historia, por el cual desfilan la morfina y la heroína – la sustancia consentida de un colgadísimo Keith Richards por aquel entonces- pero claro, también la coca.

Por esa época Richards y Gram Parsons de Flying Burrito Brothers convivían mucho y consumían tremendas cantidades de enervantes. La diferencia históricamente entre ambos es, resumiendo,  que uno se murió a los pocos años de hacerlo y el otro ahí sigue.

And there will always be a space in my parking lot, when you need a little coke and sympathy…

Y’all got cocaine eyes Yeah, you got speed-freak jive…

 

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¿Fue la cocaína la causante de que estos lunáticos pisotearan el jardín de flores de los niños del verano del amor? “Nos llegaba la cocaína en aviones particulares”, “desayunábamos cocaína a puños como quien desayuna zucaritas”. Aún estos días, en los que seguramente ven más seguido un consultorio geriátrico que un escenario, los Black Sabbath siguen comentando en entrevistas sobre la cantidad estúpida de cocaína que se dieron para grabar su Vol IV. Pero más allá de la fanfarronería, históricamente fue demasiada locura disfrazada de sesiones de trabajo, tan es así que uno de ellos estuvo a punto de morir cuando el resto de la banda le pintó por completo el cuerpo con pintura metalizada. Ahora les da por ver atrás con nostalgia y decir con recato “no sé cómo sobrevivimos”.

Something blowing in my head, winds of ice that soon will spread, down to freeze my very soul, makes me happy, makes me cold

 

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Y llegamos a los gloriosos ochenta, la década donde el mundo perdió la cabeza a través de la nariz. Los cárteles colombianos terminan de afianzar su red de distribución por todo Estados Unidos. La coca deja de ser droga exclusiva para ricachones. Histeria total. Curiosamente Scarface – la película que inspiró y sigue inspirando a tantos a intentar el negocio de los narcóticos ilegales- y “White Lines” de Melle Mel -por un lamentable error de créditos, todo mundo piensa en Grandmaster Flash con esta canción-  son del mismo año. Con un bajo tremendo robado a la banda postpunk Liquid Liquid, Melle Mel retrata cómo se vive una fiesta inundada de coca, pero por motivos “comerciales”, tuvo que incluir también unas gotitas de moralina y decir “no lo hagas”. Por cierto, ya se habla aquí del freebase y hay un video no oficial dirigido por un tal Spike Lee, en ese entonces estudiante de cine.

A million magic crystals, painted pure and white A multi-million dollars almost overnight Twice as sweet as sugar, twice as bitter as salt And if you get hooked, baby, it’s nobody else’s fault, so don’t do it!

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Ese mismo año, Frank Zappa -se supone que siempre detestó las drogas, o al menos eso decía en muchas de sus canciones- retrata ya fielmente el horrendo gusto de los traficantes y de los hombres del negocio de la coca. sí, el mal gusto como filosofía de vida. Se supone también que entre otros, esta canción va dedicada a los magnates de su casa discográfica y a los dueños de los estudios en donde grababa.

Cocaine decisions… We must watch the stuff you make, you have let us eat the cake, while your accountants tell you Yes Yes Yes!, you make EXPENSIVE UGLINESS (How do you do it? Let me guess…)

 

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Oh, ¡The Mekons! la cosa viviente más heróica y congruente que nos dejó el punk inglés. Ya casi para terminar los ochenta graban uno de sus mejores discos y ahí incluyen “Cocaine Lil”, una canción de sonrisa retorcida que describe perfectamente cómo es la cosa cuando la cocaína se vuelve el centro de  vida, ese punto en que todo se ha ido pero aún te quedan los calcetines, y estás dispuesto a cambiarlos por un pase.

Did you ever hear about cocaine lil, she lived in cocainetown on a cocaine hill, she had a cocaine dog and a cocaine cat, and they fought all night with a cocaine rat.

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Los Siniestro Total con su humor de punks subnormales grabaron “Todo por la Napia” en 1990, dejando en registro una de las mejores parodias a la compulsividad espolvoreada de blanco. Es el comienzo de una nueva década y la cocaína no parece querer pasar de moda.

Era el polvo blanco su maná y su alegría, no era un camello sino una caravana la que le pasaba la materia colombiana

 

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Han pasado más de treinta años desde Tony Montana, veinte desde la muerte de Pablo Escobar. Y seguimos hablando de lo mismo. Y por lo visto, aún queda cuerda……

Baxter Dury “Cocaine man”  (2006)

Rome Fortune “Cocaine Past” (2012)