Complicada encomienda resultaba redimir lo sucedido un año anterior, cuando ante un percance, la organización del festival Ceremonia optó por cancelar y reprogramar de forma incompleta su programa, con tan sólo unas horas de espacio. Pese a su puntual cartel, el cual tal vez por paquete o temas prácticos echó mano del talento de los mejores festivales electrónicos globales de 2017, el festival congregó una afluencia de público sensiblemente menor, con énfasis en la curaduría que ya le hemos visto: trends, trap, electrónica contemporánea y algunas leyendas aún en activo.
Con esto a cuestas, la del sábado 7 de abril fue una jornada no sólo más íntima e insuperable, sino una de las más consistentes y disfrutables en toda su historia, con una variedad suficiente para atender a las caras recientes de la música local con actos bellos, sensuales y congruentes como el de Mint Field y Girl Ultra, pero sobre todo Cuco, el cual seguramente será clave en el crecimiento venidero de Omar Banos y su banda, que sorprende por hacer de un pastiche pop toda una aventura del alma y el corazón sin mayor pretensión que la belleza.
Justo ese hilo conductor fue el que llevó al Ceremonia por buen camino: por un lado pudimos ver sin complicaciones y sí con mucho disfrute, yendo del termómetro musical del internet en su momentum con actos atropellados y más bien sin demasiada ambición (A. Chal, Kinder Malo & Pimp Flaco, Fntxy y Mura Masa), a las barras de poder escénico y contundencia sonora para abrir paso a la contundencia de la noche. Tal fue el caso de Bomba Estéreo y Kelela que, cada quien a su modo (los primeros con el siempre seguro flow común del lugar latino, la segunda con una dislocación negra potente), lograron aflojar el cuerpo y preparar el Ceremonia para un primer oleaje de viaje denso, sensualidad pop y guitarras de altísimo calibre con C. Tangana, Caribou y King Krule, respectivamente.
C. Tangana sigue subiendo como la espuma, desarrollando un estilo romántico y fresco que está afianzando con creces al público mexicano; su presentación en Ceremonia fue una de las más entrañables que le hemos visto al de Madrid hasta ahora. Caribou volvió a llevarnos por linderos de psicodelia con un set muy similar al que ya le hemos visto en veces pasadas, sólo que con la integración de su último disco de 2014; preciso, hermoso y colorido, seguro un tino para quienes optaron por enteógenos psicodélicos, que no eran pocos.
Sin embargo, habría que mencionar que King Krule brindó el primer gran momento de todo el festival. Lo que hace Archy Marshall a sus 23 años es oscuro, poderoso, guitarrero, ruidoso, sofisticado y sin compromiso. Un monstruo del futuro, un “nuevo-viejo lobo de mar”, set roquero, impecable y para la posteridad. Altísimo nivel, con garra, inventiva y pantalones.
La segunda parte fue una jornada nocturna con más certezas que tibiezas; St. Vincent fue lo que se esperaba con uno de los sets más equilibrados de su carrera, a punta de canciones equilibradas, guitarras inteligentes y un poder narrativo e interpretativo como pocas artistas de su generación. Un rock sin igual, una contundencia escénica discreta. Anne Erin Clark es una de las grandes voces de la generación norteamericana de los ochenta.
Mención aparte también merece Rae Semmrud, quienes ya están cruzando el umbral trend con el que los conocimos, para dar paso a un estado sólido de su carreras, con rimas potentes y un manejo sólido del público más joven, esos veinteañeros que comienzan a exigir más del trap y el rap de la web, venga de donde venga. Contundencia transformada en humo denso. Delicioso.
El único traspié, por así decirlo, corrió a cargo de Beck, quien se percibía desganado, plano y complaciente de cabo a rabo. Su disco más reciente, Colors (2017) fue un cambio estilístico que derivó en rolas más bien convencionales, interpretaciones gastadas y un pop sin mayor ambición que cumplir. Aunque esto también tuvo el beneplácito de varios (un festival como ente musical y de experiencias varias, se vale).
Ceremonia contó con una mejor disposición de sus escenarios y un clima insuperable (sobre todo en la parte correspondiente al atardecer); organización y curaduría que caminó de forma correcta hacia tres de los mejores actos de todo el festival, uno de ellos uno de los más ricos y salvajes de todo México en lo que va del año, a cargo de Arca.
Arca había visitado México ya en ocasiones pasadas, sin embargo ninguna fue como la presentación del Ceremonia, ya que el venezolano dejó del lado el Dj set de ocasión y la pasarela sórdida y sensual de su acto en vivo de la gira 2017, para brindarnos una montaña rusa de ruido, reggaetón, dembow, IDM y una de las actitudes queer-punk más poderosas de los últimos tiempos. Arca hizo lo que quiso con nuestros oídos: lo mismo infierno que paraíso, perritos que fuego en carne viva. El calor humano que destila Arca arriba del escenario es alimento para el cuerpo y la mente ágil, candela pura latina y quebranto de piernas para los más tiesos. Increíble, podría ser quizás el acto más duro, salvaje y poderoso en la historia del Ceremonia.
Lo hecho por Arca cobra suma congruencia con la narrativa de Traición en su carpa aparte, que a veces insuficiente de aforo, horarios y fluido de público, siempre dio fiesta, sudor y calentura contemporáneo, a través de ese discurso del baile como liberación y revertimiento de las imposiciones ideológicas y culturales. Ceremonia fue este año un festival colorido, moderno, incluyente y celebratorio del cuerpo libre. Bien ahí.
Para la recta final, ya pasada la media noche, los consentidos de Bélgica, Soulwax, llegaron con su esperadísimo Transient Program for Drums and Machinery, a tres baterías, contundentes y poderosos. Tuvimos oportunidad de ver este mismo show fuera de México y debemos decir que el de aquí fue mejor, por mucho. Para esa parte de la noche resulta un tino ver el nivel de entrega del público mexicano, quien sacó lo mejor de Soulwax para disfrutar esa electrónica que le juega al rock, al punk, a lo análogo y lo humano como pocas agrupaciones en el mundo. Brutal, bello y contundente. No importa cuántas veces venga Soulwax a México, siempre sacarán el sudor de calidad mexicano.
Todo ese rush fue paliado y recompensado; todo el exorcismo y esfuerzo de Ceremonia enfocado a redimir sus traspiés de 2017 quedaron ajustados al final, cuando vino la dulzura, la humanidad y la calma electrónica de Four Tet, una leyenda del techno y el house de cepa más experimental y mínima. Para entonces la gran multitud energética había partido, los visuales ya no eran esenciales y Kieran Hebden comandó un downtempo rico, bailable sí pero tímbrico y hermosísimo. Ideal para calmar a los monstruos aferrados al desenfrene, preciso para acariciar mandíbulas y rebajar el calor del cuerpo.
Mientras el frío de Toluca comenzaba a calar y los cuerpos cansados cedían rumbo al regreso a la ciudad, Ceremonia cerraba las puertas de la edición 2018, una en la que la redención sucedió, los ajustes precisos sucedieron y la confianza comenzó a construirse de nueva cuenta. Definitivamente 2019 será crucial y definitivo en el futuro del festival, dados los cambios generacionales, estilísticos y lleno de desafíos financieros y operativos que enfrentará. Ceremonia es uno de los festivales que más ha apostado por el trend y la tendencia musical en boga. Su reto será ser memorable y solvente, con un cuidado sustancial y un arriesgue de precisión, el cual pudo verse este año en un sábado de redención, donde la brujería jugó a favor del clima y los buenos actos, y la música fue vital medicina para los espíritus más necesitados.
- Fotos: Gerardo Ordóñez.